Las idílicas y bellísimas playas de Fuerteventura son hoy en día un paraíso para relajarse o practicar deportes náuticos. Pero este espacio de disfrute y tranquilidad fue durante siglos el escenario de trágicos acontecimientos relacionados con el desembarco de corsarios y piratas. Cuesta hacerse a la idea, pero estas mismas playas de aguas cristalinas y arena blanca vieron posar los pies en tierra majorera a innumerables invasores de todas las épocas y orígenes. Historias que merece la pena recordar.
Los antiguos pobladores de la isla, los mahoh, tuvieron que lidiar con la llegada de los conquistadores normandos que, bajo el mando de Jean de Bethencourt y con autorización de la Corona de Castilla, desembarcaron en la playa de Ajuy en el año 1402 para dar inicio en Fuerteventura a la conquista de toda Canarias, que se extendería a lo largo de todo el siglo hasta culminar con la caída de Tenerife en 1496, ya bajo la corona castellano-aragonesa de los Reyes Católicos.
Sin embargo estas no fueron, ni mucho menos, las primeras incursiones foráneas en las islas. Casi un siglo antes, el explorador genovés Lancelotto Malocello se estableció durante dos décadas en Lanzarote -¿sería este personaje quien daría nombre a la isla?-, y ha quedado constancia de la venta de esclavos canarios a cargo de navegantes berberiscos originarios del norte de áfrica antes de la conquista. Asimismo, y aun a falta de documentos históricos concluyentes, el registro arqueológico ha constado la presencia romana en las islas desde dos mil años atrás, como demuestra, por poner un ejemplo, el yacimiento de la Isla de Lobos descubierto en 2012. Hay incluso, con polémica de por medio, quien sugiere que el poblamiento del archipiélago fuera obra de los fenicios, siglos antes del inicio del calendario cristiano.
Pero volvamos a hechos más recientes y constatables. Los pobladores canarios y, entre ellos, los majoreros -ya fueran los aborígenes prehispánicos o sus descendientes una vez adoptada la cultura europea-, estuvieron fatídicamente familiarizados con invasiones de todo tipo durante la edad moderna. Durante los siglos XVI, XVII, XVIII y principios del XIX, Canarias sufrió los ataques de populares piratas y corsarios de toda Europa, que azotaban las islas, unas veces con éxito y otras sin él, dependiendo de los cambiantes equilibrios diplomáticos y alianzas entre naciones imperantes en cada momento.
Tanto piratas independientes como corsarios que actuaban con autorización de una u otra nación actuaron en aguas canarias acumulando derrotas y victorias. Algunos fueron corsarios galos como Juan Florín y François Leclerc «pata de palo», holandeses como Pieter Van der Does, el gran almirante de la Armada de Argel y pirata berberisco de origen canario, Alí Arráez Romero, o numerosos corsarios británicos como John Hawkins, sir Francis Drake, Robert Blake u Horacio Nelson, estos últimos fracasando sucesivamente durante cuatro siglos en su intento por hacerse con Tenerife (Nelson llegó incluso a perder un brazo y parte de sus tropas en su ataque de 1797).
Corsarios en Fuerteventura
Tras el descubrimiento de América en 1492, las islas fueron enclave estratégico en la ruta entre Europa y el Nuevo Mundo. Las aguas canarias fueron durante siglos escenario habitual de ataques corsarios que trataban de socavar la supremacía del imperio español, interrumpiendo las rutas comerciales principalmente a través del abordaje de embarcaciones y el saqueo de territorios a la mínima oportunidad.
No debe olvidarse que Canarias también sirvió como punto de partida para organizar incursiones y ataques en sentido contrario, esto es, saqueos y capturas de esclavos en las costas africanas. Esto ocasionaba frecuentes represalias por parte de los navegantes berberiscos, especialmente en Fuerteventura y Lanzarote, por ser las más cercanas, y quienes las sufrían, como no puede ser de otra manera, eran las gentes locales.
Recordemos la historia de dos episodios que tuvieron lugar en Fuerteventura con distinto resultado.
En 1593, el berberisco Xabán Arráez realizó un duro saqueo tras arribar a la isla majorera al mando de al menos siete galeras y varios bergantines. Su ataque se centró en el Valle de Santa Inés y Betancuria. Los pobladores locales trataron de huir y refugiarse en montañas y cuevas llevando consigo todos los objetos de valor posibles. Desde Gran Canaria llegaron refuerzos para tratar de repeler el ataque, pero no pudieron impedir que Arráez saliera victorioso y abandonara la isla tras capturar sesenta civiles y saquear e incendiar Betancuria.
No obstante, el más famoso de los episodios acaecidos en Fuerteventura es la Batalla de Tamasite, que conmemora los dos enfrentamientos contra corsarios ingleses que tuvieron lugar en 1740. Los invasores desembarcaron en Gran Tarajal y consiguieron alcanzar y saquear el pueblo de Tuineje, pero los majoreros no se amedrentaron. Encabezados por el Teniente Coronel Sánchez Umpiérrez, y armados apenas con palos y piedras, ciudadanos sin formación militar fueron capaces de organizarse en milicias para vencer y apresar al enemigo en la Batalla de El Cuchillete. No olvidemos que a pesar de haber sido colonizado y cristianizado, el pueblo canario conservó muchas de sus tradiciones aborígenes, entre ellas algunas habilidades de gran utilidad en la batalla como la lucha canaria o el juego del palo, deportes tradicionales que todavía se practican a día de hoy. Un mes más tarde, los corsarios lo intentaron de nuevo, pero las milicias, mucho más organizadas, contando esta vez con las armas de fuego requisadas en la anterior contienda y valiéndose de camellos de labranza, derrotaron nuevamente a los ingleses en la Batalla del Llano Florido.
Esta victoria es conmemorada cada año en el mes de octubre coincidiendo de las Fiestas Juradas de San Miguel, patrón de Tuineje, en una bella recreación que interpretan los vecinos del municipio y que ha sido declarada Bien de Interés Cultural y Bien de Interés Turístico. Sin duda, un evento que vale la pena presenciar una vez en la vida.
Veneno contra los piratas
El historiador majorero Carlos Vera ha investigado un acontecimiento curioso del siglo XVIII que constata el tradicional ingenio de los majoreros para lidiar con la piratería. Los invasores desembarcaron esta vez en El Cotillo, con el objetivo habitual de saquear riquezas y abastecerse. El coronel de la época tomó una decisión tan genial como dramática, al ordenar verter veneno en el agua de uno de los aljibes que se encontraban en su camino. Fieles a su costumbre, los corsarios bebieron del aljibe y, claro, murieron. Dos siglos después, el lugar es conocido como el Aljibe del Veneno, y se encuentra recientemente rehabilitado y es visitable en el pueblo de La Oliva.
Estos son sólo algunos ejemplos de los innumerables e interesantes acontecimientos históricos de los que las costas canarias han sido testigos. Fuerteventura, Canarias en general, somos mundialmente reconocidas por nuestras playas, nuestro clima o la calidez de nuestras gentes. Sin embargo, entre las paredes de los pueblos, en los yacimientos de las montañas, en pecios perdidos bajo el mar, o en los recuerdos que se llevó el viento en las orillas de las playas, hay testigos silenciosos de la historia de la civilización humana. Donde mismo hoy se bañan los turistas, o desde donde contemplas nuestros maravillosos paisajes rurales, descansan leyendas e historias de conquistas y luchas de poder, crueldad y compasión, amores y desamores, ritos y lenguas olvidadas. Muchas de ellas no son recuperables, aunque vale la pena imaginarlas.
Equipo FuerteCharter
Excursiones diarias a la Isla de Lobos