Los testimonios históricos y los restos arqueológicos nos sugieren la importancia que la pesca ha tenido como actividad esencial de los habitantes de la Isla, y su importancia en la alimentación local, especialmente en periodos de sequía y hambrunas. La productividad de este mar (la mayor del archipiélago canario, aún en la actualidad) ha contribuido a que Fuerteventura mantenga una importante tradición marinera.
La pesca artesanal, seña de identidad de la Isla, ha sido la principal actividad de los marineros majoreros, que en pequeños barquillos (antiguamente a remos y vela latina, hoy a motor) han pescado en sus costas.
Los antiguos pobladores de Fuerteventura, «los mahos», ya practicaban la pesca y el marisqueo como actividad complementaria a su predominante economía pastoril.
La importancia del marisqueo la determina la existencia de numerosos concheros (acumulaciones de restos de caparazones de molusco marinos como lapas, mejillones o «burgaos», junto a otros restos de cerámicas o instrumentos de piedra) localizados en diversos puntos del litoral, así como en poblados y asentamientos.
La pesca de los aborígenes majoreros era de orilla, desde la tierra pescaban peces de aguas litorales, como viejas, samas o morenas.
Entre las técnicas usadas por los aborígenes, figuran la pesca nocturna con mechones de tea, la pesca de caña con anzuelos de hueso y la pesca con trampas o redes de juncos. La técnica más interesante utilizada por los antiguos es el «barbasco» o «embroscado»; consiste en capturar peces en los charcos de la orilla, aprovechando la bajada de la marea. Para ello, la savia de la tabaiba o el cardón se disuelven en el agua del charco y las propiedades tóxicas de esta savia lechosa adormecen a los peces y permiten su captura prácticamente con la mano.
El alargado litoral de Fuerteventura está salpicado de pequeños pueblos pesqueros, muchos de ellos con una larga tradición pesquera. Alguno de estos núcleos fueron, en principio, improvisados refugios, a veces en cuevas o chozas temporales a las que los pescadores acudían en determinadas épocas del año en busca de mejores capturas; es el caso de los Molinos o Pozo Negro.
Los marineros vivían antiguamente con grandes dificultades económicas; el pescado era barato y en Fuerteventura «no corría el duro», siendo el trueque la base de la economía doméstica durante mucho tiempo.
La escasez era un factor para que los niños saliesen pronto a la mar a aprender el oficio del marinero transmitido de padres a hijos y que por tradición ha sido exclusivamente masculino; muchos niños antes de los 10 años navegaban en las pequeñas embarcaciones del padre e incluso embarcaban apenas cumplidos los 12 ó 14 años a la pesca de altura en África. Mientras, las mujeres eran quienes administraban la casa ante la ausencia casi permanente del hombre embarcado o faenando. Incluso los acuerdos con los intermediarios para la venta del pescado, los comprantes, era tarea femenina; controlaban las pesadas de la pesca y recibían los pagos.
Los pescadores majoreros —conocedores de las artes de la pesca, los fondos marinos, los vientos y las especies de mayor interés— eran expertos navegantes pero nunca necesitaron de cartas náuticas ni instrumental, sino que fijaban su posición «marcándose» desde tierra sólo con su buena vista y su capacidad de orientación.
Hoy, la pesca sobrevive por el empuje de los marineros que además han sabido conservar los recursos del mar majorero. Pero la construcción, sobre todo turística en la costa, la presión de otros sectores productivos y la elevación del nivel de vida hizo difícil, a finales del siglo XX, la dedicación a la pesca artesanal, una profesión en parte hoy nuevamente recuperada.
Si quieres conocer todos los detalles de la historia de la pesca en Fuerteventura te invitamos a que visites el Museo de la Pesca Tradicional de El Faro de Cotillo.
El Equipo de FuerteCharter