El faro ha sido siempre un elemento fundamental para la vida de los hombres, les ha permitido evolucionar y avanzar hacia nuevos descubrimientos, e incluso hoy en día sigue siendo un gran referente para los navegantes.
Si para muchos son conocidos el Faro de Alejandría, el Coloso o la Torre de Hércules, aquí en Canarias hay uno que destaca especialmente, el Faro de Martiño, o también conocido como el Faro del islote de Lobos, que observamos a diario en nuestras excursiones en barco desde Corralejo.
Destaca por muchas cosas. Por la lentitud con la que fue construido, se tardaron cinco años, debido a las numerosas dificultades que fueron surgiendo, como, por ejemplo, el transporte de los materiales de construcción, que vino efectuado primero a lomos de camellos, más tarde en barquitos y, por último, en burros majoreros que fueron encontrados en la propia isla de Lobos. O, por la total naturaleza de la isla, que se encontraba completamente deshabitada y, por tanto, tuvieron que ir construyendo casas, aljibes subterráneos, caminos y corrales, para que los ingenieros, los obreros y demás trabajadores tuvieran un sitio donde vivir en el islote de Lobos, mientras perdurara el período de la construcción del faro.
El Faro Martiño se empezó a construir en 1860, tras ser aprobado el Plan General para el alumbrado de las Islas Canarias y, hasta hoy, es la única obra oficial que existe en la isla de Lobos. Tiene un gran parecido con los faros Pechiguera e Isla Alegranza, de Lanzarote, debido a que los tres fueron proyectados por el mismo ingeniero, el afamado Juan León y Castillo, nacido en Gran Canaria.
El resultado final de tanto trabajo fue el de un faro de estilo neoclásico, de colores blancos y amarillos, que se alza 29 metros sobre el nivel del mar. A la torre cilindro-cónica del faro, que mide 6 metros de altura, se adosa un edificio de una planta, el cual fue primeramente la residencia ocasional de Juan León y Castillo, para cuando iba al islote de Lobos a supervisar el proyecto, y más tarde la casa del farero y su familia.
También se construyó un aljibe para el propio faro, que estaba situado debajo de la construcción y recogía el agua de la lluvia proveniente de la azotea, para asegurar el suministro de agua.
El faro se iluminó por vez primera en 1865, siendo de 6º orden y estando registrado en las cartas marítimas con el número internacional D-2786.
Cumple la importante función de balizar el paso de los navíos que navegan por el estrecho de la Bocaina, que es el que separa Fuerteventura y Lanzarote, formando un triangulo junto con el faro Tostón, situado en el Cotillo, Fuerteventura, y el faro Pechiguera, en Lanzarote.
Con el islote de Lobos, y con el faro Martiño, más concretamente, están relacionadas diversas personalidades, entre las que destacan escritores como Josefina Plá, que siendo hija del torrero, Leopoldo Plá, nació, en 1903, y se crió ahí, en el mismo faro —aunque más tarde desarrollaría su carrera en Paraguay—, o José Rial, que fue el farero de Lobos desde 1913 y que trece años después escribiría una novela acerca de la isla y de sus vivencias en ella. Otra persona reconocida fue Antonio Hernández Páez, más conocido como Antoñito “el farero”, que fue de hecho el último en realizar esa labor, desde el año 1936 hasta el 68, y el último en habitar en el islote. Antoñito también abrió un restaurante típico que ahora gestionan sus descendientes y donde podréis degustar pescado fresco y riquísimas paellas, como un extra añadido a nuestras excursiones desde Corralejo.
Por tanto, es muy recomendable ir a visitar en islote de Lobos y su faro, por toda la historia que tiene éste y por el encanto natural de la isla. Además el visitante que suba al faro Martiño disfrutará de unas impresionantes vistas.
El equipo de FuerteCharter